Interesante artículo de ISABEL F.
LANTIGUA en EL MUNDO.
He propuesto trabajarlo en clase con
mi alumnado, solicitándoles una redacción que trate los siguientes conceptos
claves como: tecnología, redes sociales, identidades digitales, empatía,
escucha, capacidad de concentración, pérdida de hábito de aprendizaje,
comunicación, ego, individualización,…
Pasos:
1. Formar un grupo de 2 personas,
máximo 3.
2. Leer el artículo.
3. Poner título al artículo que
elaboren.
4. Exponer en clase.
La conversación se muere
"Sin conversación cara a cara
perdemos lo que nos diferencia de otras especies: la humanidad"
"Los estudiantes universitarios
preferían darse descargas eléctricas antes que estar a solas con sus
ideas"
"Ha surgido un nuevo ser,
hiperconectado, definido por 'comparto, luego existo', pero que se siente solo.
"¿Acaso todos estos pequeños
tuits, estos sorbitos de conexión online, no suman juntos un gran trago de
conversación real?", se preguntó el actor y cómico estadounidense Stephen
Colbert. Un interrogante que se quedó rondando en la cabeza de Sherry
Turkle, profesora del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y con
tres décadas dedicadas a la investigación de las relaciones entre el hombre y
la tecnología. "No", fue su respuesta tajante. "La tecnología
ha hecho que estemos experimentando una huida de la conversación cara a
cara" y esto tiene consecuencias muy negativas porque "la
conversación es la base de la democracia y los negocios, sustenta la empatía y
es básica para la amistad, el amor, el aprendizaje y la productividad".
Sin ella, dice esta experta, "perdemos aquello que nos diferencia del
resto de las especies, perdemos nuestra humanidad".
Tras entrevistar durante cinco años
a cientos de personas en el ámbito laboral, familiar y educativo y después de
reflexionar sobre sus propias experiencias y de revisar estudios sobre el
asunto, Sherry Turkle publica en España este 8 de febrero 'En defensa de la
conversación' (Ático de Los Libros), un análisis sobre el riesgo que
corremos al perder la capacidad de hablar a la cara, al eliminar el contacto
visual, al negarnos la espontaneidad en una charla en persona. Casi 500 páginas
sobre esta "grave amenaza" que tenemos encima, este conversicidio
que estamos cometiendo, pero con un mensaje optimista: "estamos a
tiempo de atajar el problema.
Tenemos lo más importante, nos tenemos los
unos a los otros".
En "el libro que hará que
hablemos sobre cómo ya nunca hablamos", según lo describió 'The Washington Post' y
que "evoca un periodo, no muy lejano en el tiempo, en el que la
conversación, la privacidad y el debate no eran boutiques de lujo", como
escribió The New York
Times', esta psicóloga -no antitecnológica pero sí proconversación-
habla de una "crisis de empatía", porque "incluso un
teléfono en silencio sobre la mesa nos desconecta". Turkle constata
que ahora "esperamos más de la tecnología y menos del otro" y que
"hemos sacrificado la conversación por la mera conexión". Pero que
tras esto se esconde una dolorosa realidad: "la sensación de que nadie
nos escucha".
Ha surgido un nuevo ser, multitarea,
hiperconectado, que se define por "comparto, luego existo",
pero que, paradójicamente, se siente más solo. "Hemos pasado de estar en
una comunidad a tener la sensación de estar en una comunidad. ¿Hemos pasado
también de la empatía a la sensación de empatía? ¿De la amistad a la sensación
de la amistad? Debemos prestar mucha atención a esto", advierte la especialista
del MIT.
"No
soportamos estar a solas"
En una entrevista con EL MUNDO,
Turkle comenta que al poco de empezar a investigar se dio cuenta de "la
estrecha relación que existía entre la huida de la conversación y la huida de
la soledad. La gente tiene miedo de pasar tiempo a solas. Trabajos realizados
con estudiantes universitarios demuestran que éstos prefieren administrarse
descargas eléctricas a sí mismos antes que estar a solas con sus pensamientos,
sin teléfono, sin dispositivos o sin un libro. Para estos jóvenes, la soledad,
con su carencia de estímulos externos, es algo literalmente insoportable".
Han leído bien. Descargas con tal de no estar consigo mismos. Suena a ciencia
ficción, pero es una escena de hoy.
Una cuarta parte de los adolescentes
se conectan a un dispositivo durante los cinco primeros minutos después de
despertar. Envían una media de 100 mensajes de texto al día.
"La presencia de dispositivos
interactivos que siempre llevamos encima implica que nunca más tenemos que
sentirnos solos. Esto se hace evidente en la cola del supermercado o en un
semáforo en rojo: la gente no se permite tiempo para reflexionar. Pero
la capacidad para pasar tiempo con uno es un requisito para cualquier
relación", añade la autora. Y es importante porque trasciende el ámbito
privado. Lo explica Turkle: "Ahora mismo en EEUU estamos viviendo un
momento en el que necesitamos pensar profunda y críticamente sobre cuestiones
políticas. No podemos limitarnos a reaccionar sin más", a tuitear sin más,
"necesitamos pensar las cosas con calma. Reflexionar las consecuencias. Hablar
con uno para poder hablar luego con los demás".
Pero esto no está ocurriendo.
"Hacemos cosas que eran muy raras pero a las que nos hemos acostumbrado
muy rápido. Por ejemplo, mandamos sms o entramos en Facebook durante reuniones
corporativas. Chateamos en funerales. Nos alejamos de nuestro duelo para
meternos en el móvil. Y lo que creo es que nos estamos metiendo en un
problema", indica la psicóloga..
Paradójicamente esta entrevista se
produce gracias a las nuevas tecnologías y a través del correo electrónico,
no en persona. Una forma elegida por la propia Turkle pero en la que admite que
nos perderemos cosas. "No se producirá una serendipia, no descubriremos
nuestros intereses comunes, no habrá química. No tendré la posibilidad de
entablar una amistad con alguien de España", responde por la parte que le
toca.
Pero la investigadora del MIT quiere
dejar clara una cosa: "He conocido a muchísima gente que describe la gran
intimidad y la increíble calidez, sensualidad y conexión que sienten cuando se
comunican a través de mensajes. Siento un nuevo respeto por lo que los
mensajes son capaces de conseguir. Nos ofrecen una forma divertida, a veces
erótica, a veces emocional y, a menudo, emocionante de comunicarnos. No
estoy en contra de eso. Pero hay cosas que sólo la conversación puede
aportarnos y es importante admitirlo".
Conversaciones
en cuatro sillas
Matizado el hecho de que no propone
el cara a cara en detrimento de los mensajes y que ésa es una discusión en la
que no cree, Sherry analiza la conversación en todas las esferas y para ello
recurre a las tres sillas que imaginó el escritor y filósofo Thoreau cuando
se retiró al estanque Walden: las conversaciones con "una
silla" -las que mantenemos con nosotros mismos, en soledad-; las de
dos sillas -las charlas con los amigos- y las de tres sillas -las
que se producen en el mundo laboral y educativo-. No obstante, la psicóloga
añade una "cuarta silla": para las conversaciones que
mantenemos con máquinas.
Empecemos por lo que Turkle ha observado
que nos sucede cuando estamos a solas con nosotros mismos. Y que es,
básicamente, que no lo aguantamos. Esta experta insiste en la importancia
de "encontrarnos a nosotros para hablar con los demás. Si no enseñas a
tus hijos a estar a solas, únicamente aprenderán a ser personas
solitarias".
"Hoy en día los padres no
quieren que los hijos tengan ningún rato muerto. Pero el
aburrimiento infantil es un motor, es la chispa que enciende la
imaginación". Hablando con padres, la investigadora percibe que "se
dan cuenta de que sus hijos son menos empáticos de lo que deberían ser a su
edad". De hecho, según explicaron los maestros de una escuela estadounidense,
"los niños de 12 años juegan en el patio como si tuvieran ocho. Se
excluyen unos a otros como lo harían los chicos más pequeños. Y lo más doloroso
es que no son capaces de ver cuándo hieren los sentimientos de los demás.
Luego se sientan en el comedor y miran el teléfono. Cuando comparten cosas, lo
que comparten es lo que hay en sus teléfonos. La vieja conversación enseñaba a
sentir empatía. Estos estudiantes parecen comprenderse cada vez menos".
Y la situación empeora a medida que
crecen. Según los estudios "durante los últimos 20 años hemos presenciado
un declive de un 40% en los marcadores de empatía entre los estudiantes
universitarios".
El 66% de los trabajadores que
participaron en una encuesta afirmó no ser capaz de concentrarse en una sola cosa
debido a las nuevas tecnologías.
Lo irónico es que "los padres
se quejan de que los niños no quieren hablar con ellos porque están ocupados
con el teléfono a la hora de comer; los hijos se quejan de que sus padres hacen
lo mismo". No entienden que "las conversaciones en el seno de la
familia son el campo de entrenamiento de la empatía y que no hay mejor
manera de desincentivar el bullying que dotar a los niños de la capacidad de
ponerse en el lugar del otro y reflexionar sobre el impacto de sus acciones".
Dice la autora que "estamos privando a los niños no sólo de palabras, sino
también de adultos que los miren a los ojos". Y lanza una pregunta al
aire: ¿Prestaremos atención si, una década después, temerosos de quedarnos
solos, nuestros hijos nos muestran el precio que hemos pagado?".
Primer paso:
recuperar la atención
Una encuesta realizada en 2013
demostró que un 20% de la gente entre 18 y 34 años contestaba al teléfono
mientras mantenía relaciones sexuales. Nueve de cada 10 estudiantes afirma
enviar mensajes de texto en clase. El 80% duerme con sus móviles. Un 44%
admite que nunca desconecta. "Recuperar la conversación empieza por
recuperar nuestra atención", explica Turkle, que afirma que "las
primeras generaciones de niños que crecieron con teléfonos inteligentes no
saben cómo entablar una conversación ni se sienten cómodos cuando lo hacen, les
provoca ansiedad". De hecho, los estudios citados en el libro demuestran
que quienes pasan mucho tiempo conectados tienen menor capacidad para
identificar sentimientos. Son menos empáticos y menos creativos.
La amistad, recoge el ensayo, también se resiente porque
parece que "ahora consiste en estar siempre disponible, siempre
alerta, por si hay alguna emergencia". Y ahí viene otra paradoja: cuando
estamos separados: hipervigilancia. Cuando estamos juntos: falta de atención.
El mundo laboral tampoco es ajeno a esto. Cientos de empresarios entrevistados
para el libro reconocen sin titubeos que la conversación cara a cara es
"un requisito para construir confianza, para vender algo y para cerrar un
trato", además de mejorar la productividad y las relaciones entre
empleados.
La cuarta silla que incorpora Turkle
hace referencia a la tentación que sentimos no sólo de hablar a través de
máquinas sino de hablar con máquinas. "El término inteligencia solía
implicar sensibilidad, capacidad de percepción, conciencia, discernimiento,
razón, agudeza e ingenio. Y, sin embargo, ahora decimos tranquilamente que
las máquinas son inteligentes". Y ¿de qué hablamos cuando hablamos sobre
las conversaciones que mantenemos con las máquinas? "Hablamos de nuestro
miedo a los demás, de nuestras decepciones con los demás, de nuestra falta de
vida en comunidad, de nuestra falta de tiempo". Y mientras
"tratamos a las máquinas como si fueran casi humanas, tratamos a los seres
humanos como si fueran casi máquinas".
Cierto. Su tesis nos deja tocados,
pero aún no hundidos. A pesar de este panorama, no es demasiado tarde.
"Tenemos tiempo para recordar quienes somos: criaturas con historia.
Criaturas de conversaciones toscas, arriesgadas y cara a cara". Por
eso "es hora de recuperarlo". Porque hablar no cuesta nada, pero la
conversación no tiene precio.
¿Qué podemos
hacer desde ya? Pautas de Turkle
·
No vayas a
todas partes con un dispositivo en la mano
·
Disminuye la
velocidad, aprende a escuchar tu voz interior. Tómate tu tiempo y tómate tiempo
para estar tranquilo.
·
Crea
espacios sagrados para la conversación.
·
Habla con la
gente con la que no estés de acuerdo. Nuestros prejuicios afectan tanto a
nuestra conversación como nuestras distracciones,
·
Intenta
evitar pensar en términos dicotómicos. El mundo digital se basa en elecciones
binarias, pero nuestro pensamiento no puede operar de ese modo.