miércoles, 22 de septiembre de 2010

Vocación y Destino Laboral

El problema surge cuando llegamos a los treinta años y nos damos cuenta de que hemos sido completamente manipulados.
En un principio, durante la edad escolar, ¿quién elegía nuestras actividades extraescolares? Hacíamos aquellas que nuestros padres hubiesen querido hacer.  Más adelante, en la etapa académica, ¿quién decidió elegir una carrera universitaria? Quizás fue la proximidad al centro, su afinidad, nuestro entorno (amigos, preferencia de la familia...) o la nota de la selectividad. Y por último, en la trayectoria laboral, ¿trabajas en el puesto que deseas o tienes miedo al cambio por lo que pueda pasar?.
La condición que marca esta conducta es la comodidad. No perder una supuesta calidad de vida ante el riesgo del cambio y la urgencia, impuesta por una sociedad que vive a un ritmo acelerado.
Sin embargo, olvidamos que hacemos mejor aquello que más nos gusta hacer. El talento se basa en un fundamento vocacional: nos sale mejor aquello que preferimos. Así, escucharnos, conocernos y luchar para vivir haciendo lo que nos gusta más, implica dar lo mejor de nosotros y vivir una vida feliz.
La vocación, esencial en el desarrollo de las personas para mejorar su empleabilidad, requiere un mayor grado de esfuerzo en conocerse a sí mismo y en valentía. La clave está en no ser conformista con lo cómodo en detrimento de nuestro ideal. Esto perjudica la empleabilidad del profesional, ya que se desmotiva y deja de tomar iniciativas. La actitud personal, la motivación, así como la competencia emocional son el principal factor para el desarrollo laboral en las organizaciones.
La línea de la conducta vocacional viene marcada por una serie de reflexiones en este sentido:
1.      En nuestra sociedad, hay una cierta tendencia a buscar una felicidad en lo externo, en lo ajeno a nosotros mismos, en el consumo y otros aspectos similares, pero lo importante es verdaderamente lo que uno quiere internamente.
2.      Para tomar una decisión vocacional hay que saber qué  es lo que quieres y saber si lo has conseguido.
3.      Todos tenemos un talento innato para algo en la vida.
4.      Hacer un esfuerzo por saber cómo vivir desde dentro y descubrir tu talento y motivación.
5.      No hay que olvidar que disfrutar con lo que uno hace es invertir en uno mismo. Pasamos demasiado tiempo trabajando como para no disfrutar con ello.
6.      A la hora de tomar las decisiones, no hay que olvidar cuál es la voz que nos guía y actuar en consecuencia.
Cuando se empiezan unos estudios en la formación para el empleo, o incluso antes de iniciar los preparativos del aprendizaje profesional, se tienen en cuenta las afinidades, ilusiones, identificaciones, es decir, la propia química. Ésta es totalmente diferente a la de cualquier otra persona. La naturaleza es diferente para cada uno, en los mismos términos en que los hijos no tienen nada que ver el uno con el otro.
Se quiere, de manera generalizada, que nuestros hijos realicen unos estudios determinados, y marcados por un mayor valor social, aunque esto signifique no tener en cuenta la intención del joven. Aquí  tenemos una de las causas de frustración con la que seguramente nos sentiremos identificados: ¡por qué no estudié lo que quería!.
Difícil respuesta, ya que en muchos casos, ni desde el ámbito familiar, ni incluso desde el social, ha habido éxito al facilitar ayuda para encauzar los destinos de las personas en el mundo laboral teniendo en cuenta su propia química, su vocación, identidad e inquietudes.
Para realizar esta función es primordial la coordinación, desde una perspectiva preventiva, de los orientadores, del plan de acción tutorial y de los docentes. Éstos estimularán la confección del mapa de la personalidad de los jóvenes y además, facilitarán la más completa información académica y de posibilidades formativas.
Esta nueva situación marcada por el desempleo en la Europa del Euro, especialmente en los jóvenes, implica la necesidad de estudiar la inserción sociolaboral de éstos desde una perspectiva interdisciplinar, donde se analicen, no sólo aspectos relativos al mundo laboral, sino también a su bienestar psicológico, sus valores, su satisfacción, etc...
En este sentido, resulta importante realizar un estudio y evaluación para ofrecer una visión de las trayectorias de inserción laboral de los jóvenes y los fenómenos relevantes en esa transición, como son (1) la búsqueda de empleo que realizan, (2) la caracterización de los empleos a los que acceden y (3) las experiencias psicosociales  de éstos en este entorno.
Hay que hablar mucho con los jóvenes y saber encauzar sus motivaciones. No hay que imponer nada. Hay que tener tacto, pues  están en una edad en que prima la rebeldía, y difícilmente aceptan imposiciones. La mejor vía es la información y el consejo; explicarles bien en qué consiste y cuáles son sus salidas laborales. Hay que acercarse a ellos documentados y con argumentos sólidos. Convencerlos.
Los jóvenes están en la edad de soñar. Para una sociedad no es bueno anular su punto de vista. Al contrario, hay que alimentar su optimismo e ilusión, porque constituye salud para nuestra sociedad futura.
Hay que buscar la felicidad de los jóvenes, y para ello hay muchas posibilidades académicas. Vocación, formación, empleo y felicidad pueden estar perfectamente compatibilizadas.

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