El problema surge cuando llegamos a los treinta años y nos damos cuenta
de que hemos sido completamente manipulados.
En un principio, durante la edad escolar, ¿quién elegía nuestras
actividades extraescolares? Hacíamos aquellas que nuestros padres hubiesen
querido hacer. Más adelante, en la etapa
académica, ¿quién decidió elegir una carrera universitaria? Quizá fue la
proximidad al centro, su afinidad, nuestro entorno (amigos, preferencia de la
familia...) o la nota de la selectividad. Y por último, en la trayectoria
laboral, ¿trabajas en el puesto que deseas o tienes miedo al cambio por lo que
pueda pasar?
Esta situación viene marcada por el riesgo al cambio, la incertidumbre y
la velocidad impuesta por una sociedad que vive a un ritmo acelerado.
Sin embargo, olvidamos que hacemos mejor aquello que más nos gusta hacer.
El talento se basa en un fundamento vocacional: nos sale mejor aquello que
preferimos. Así, escucharnos, conocernos y luchar para vivir haciendo lo que
nos gusta más, implica dar lo mejor de nosotros y vivir una vida feliz.
La vocación, esencial en el desarrollo de las personas para mejorar su
empleabilidad, requiere un mayor grado de esfuerzo en conocerse a sí mismo y en
valentía. La clave está en no ser conformista con lo cómodo en detrimento de
nuestro ideal. Esto perjudica la empleabilidad del profesional, ya que se
desmotiva y deja de tomar iniciativas. La actitud personal, la motivación, así
como la competencia emocional son el principal factor para el desarrollo
laboral en las organizaciones.
-En nuestra sociedad, hay una cierta tendencia
a buscar una felicidad en lo externo, en lo ajeno a nosotros mismos, en el
consumo y otros aspectos similares, pero lo importante es verdaderamente lo que
uno quiere internamente.
-Para tomar una decisión vocacional hay que saber qué es lo que quieres y saber si lo has conseguido.
-Todos tenemos un talento innato
para algo en la vida.
-Hacer un esfuerzo por saber cómo vivir desde dentro y descubrir tu talento y motivación.
-No hay que olvidar que disfrutar con lo que uno hace es invertir en uno mismo.
-Pasamos demasiado tiempo
trabajando como para no disfrutar con ello.
-A la hora tomar las decisiones, no hay que olvidar cuál es la voz que nos guía y actuar en
consecuencia.
Antes de empezar el aprendizaje profesional se tiene en cuenta las
afinidades, ilusiones, identificaciones, es decir, la propia química. Y ésta es
totalmente diferente a la de cualquier otra persona. La naturaleza es diferente
para cada uno, en los mismos términos en que los hijos no tienen nada que ver
el uno con el otro.
Se quiere, de manera generalizada, que nuestros hijos realicen unos
estudios determinados, y marcados por un mayor valor social, aunque esto
signifique no tener en cuenta la intención del joven. Aquí, tenemos una de las
causas de frustración con la que seguramente nos sentiremos identificados: ¡por
qué no estudié lo que quería!
Difícil respuesta, ya que, en muchos casos, ni desde el ámbito familiar,
ni incluso desde el social, ha habido éxito al facilitar ayuda para encauzar
los destinos de las personas en el mundo laboral teniendo en cuenta su
vocación, identidad e inquietudes.