Canarias
se encuentra entre las tres regiones con más paro del país por debajo de
Andalucía y Extremadura. El desempleo en Canarias repercute en todas las edades
y en mayor medida en mujeres y juventud.
Aunque
hay un leve crecimiento del empleo, éste es de escasa calidad, con empleos temporales, a tiempo parcial y de
bajos salarios. Si los salarios mejoran, la economía podrá crecer. El
empleo mantiene una importante tasa de crecimiento a costa de mayor precariedad.
Por otro lado, en Canarias la pobreza se manifiesta, incluso, en la población
trabajadora debido a los bajos salarios. Si bien es verdad que los niveles de pobreza han caído
con la recuperación, éstos siguen siendo muy elevados.
Además,
el trabajo se sitúa en un entorno
laboral flexible que se caracteriza por una creciente inestabilidad en la ocupación donde las personas modifican las
situaciones laborales más frecuentemente que en el pasado y con los cambios a
menudo hay que adquirir nuevas competencias profesionales y, por lo tanto, más
educación y formación.
En el
panorama actual, se hace necesario incluir una educación y formación
profesional que posibilite la re-cualificación de las personas a los
distintos campos profesionales y una orientación para que el individuo pueda
elegir entre aquellos itinerarios de aprendizaje que permitan adaptar
sus competencias personales y profesionales a las exigencias de los distintos
puestos de trabajo.
Cada
vez más, la sociedad y los mercados laborales son conducidos por cambios
derivados de la introducción de nuevas tecnologías. Estos cambios
afectan a los procesos de producción, a los mercados laborales (demandando una
mayor cualificación de la mano de obra) y al comportamiento de los
consumidores. Este hecho ha producido más precariedad laboral, mayor inseguridad
y una redistribución salarial caracterizada por el aumento de la nómina en
aquellos puestos de trabajo de mayor cualificación y una reducción salarial de
aquellos puestos de bajo nivel (Polarización salarial).
Dentro
de este marco económico mundial y globalizado, habrá de conducir a mayores
cuotas de bienestar social, pero para ello, es necesario que exista una óptima
adecuación y transparencia de los sistemas de Formación Profesional,
Cualificación y Ocupaciones en la sociedad productiva.
La
persona, ante los peligros de deslocalización, traslado a puestos de menor
remuneración o la amenaza de paro, únicamente, ve peligrar su vida. La
población trabajadora de hoy, como el de ayer, tiene miedo, y lo tiene ante el despido. Esto tiende a crear situaciones
de individualismo, de ausencia de apoyo comunitario y de desvinculación del
grupo. El trabajador ya no cuenta con una visión a largo plazo de su
permanencia en la empresa ni con un futuro estable. Se trata de mitos que se
derrumban poco a poco, pero que si eran vigentes en los países industrializados
hasta hace pocos años, hoy han dejado de serlo. La inestabilidad parece regir
el presente. La incertidumbre parece
ser la única certidumbre. Encima,
no nos enseñaron que el mundo iba a cambiar y que sólo las especies que mejor
se adaptan, son capaces de sobrevivir.
Y en
todo este escenario, el impacto de la crisis ha ocasionado un gran daño en las
personas.
Vivimos
en una sociedad centrada en lo inmediato sin traslado de valores sólidos a
nuestros hijos, con la familia envuelta en esa atmósfera de demolición, de
cambio vertiginoso, de brevedad en las relaciones sociales, la imposibilidad de
encontrar tiempo con uno mismo y para la familia, poco contacto entre padres e
hijos, de no compromiso, de superficialidad en las relaciones sociales y, ésta,
se encuentra confusa.
Antes,
el trabajador/a disfrutaba de una seguridad y estabilidad laboral hasta la
llegada de su jubilación, hoy, a la población trabajadora se le exige un
comportamiento ágil, dispuesto a cambiar continuamente de tarea, con
imposibilidad de un trabajo seguro y estable, en muchos casos, imperando una
debilidad de valores (lealtad, fidelidad, carga emotiva, honorabilidad) que
provoca una confusión de sentimientos y un conflicto interior en la persona.
Ante
los problemas a que se enfrentan los jóvenes, éstos sienten una frustración
ante su proceso de formación, las barreras y dificultades existentes en la
formación, el subempleo que están sujetos a coexistir durante una estancia
inicial bastante prolongada y la imposibilidad de promoción para aquellas
personas con baja cualificación.
Con el
boom inmobiliario, miles de jóvenes
isleños abandonaron las aulas para trabajar en la construcción sin necesidad de
formación previa. Lo mismo sucedió en décadas anteriores con el boom turístico de los ochentas dónde
nuestros jóvenes abandonaban las aulas para trabajar en el hotel. Todas estas circunstancias han desvalorizado la formación ya que no
era necesario estudiar para trabajar y tener un sueldo.
(Población por nivel de
estudios 2016). Fuente Eurostat
CEDEFOP en su perspectiva de futuro señala el incremento de las ofertas de empleo para trabajos cualificados, de ahí la importancia de los estudios en la población para acceder al empleo.
El paro juvenil en Canarias, pese a llevar
largo tiempo diagnosticado, expuesto y en constante debate público, sigue sin
tener un tratamiento con expectativas de éxito. Además, los jóvenes son los
máximos perjudicados por la flexibilidad y la desregulación laboral, que
provoca trabajo precario y bajos salarios, situaciones ante las que cabe
plantearse medidas urgentes.
La
crisis ha aumentado el número de jóvenes que viven con sus padres pasando del
11% al 20% entre 2005 a 2015 según el informe publicado por el Observatorio
Social de La Caixa. Y no
sólo crisis económicas y familiares,
también emocionales y personales.
En
España, hay tres datos sobre la situación de nuestro mercado de trabajo que nos
hace especialmente sensibles a la hora de hablar de la formación profesional
como medida de inserción, y más aún después de los recursos invertidos en
formación para la población desempleada y ocupada. Tenemos la tasa de actividad, de paro y de temporalidad con los peores datos de la Unión Europea.
En las
relaciones laborales, la precariedad del mercado de trabajo es tal que, al desconocimiento
de los derechos de los mismos, se tiene que añadir el miedo a reclamarlos, aunque
se conozcan. La actitud pasiva de buena parte de las personas trabajadoras en
la lucha por mejorar las condiciones de ocupación es reflejo de un contexto
social que penaliza la participación.
Además,
me gustaría destacar que la temporalidad
es perjudicial porque genera inestabilidad sociolaboral, causa siniestralidad
laboral, pesimismo, falta de motivación, infravaloración, falta de ilusión por
el trabajo, acoso moral, etc. La contratación indefinida, tal como está
regulada en la actualidad, no garantiza una seguridad a causa de los bajos
costes de indemnización por despido.
Y
aunque se han dado pasos, estos no son suficientes en la conciliación de la vida laboral y familiar. Es escasa el reflejo de
esta normativa en los convenios colectivos. Conciliar no sólo depende de la
introducción de articulados concretos en los convenios que recojan
exclusivamente la referencia a la ley, sino que también requiere tenerlos en
cuenta en todos los aspectos del convenio (contratación, jornada, permisos,
salud laboral...). La maternidad continúa afectando a la promoción profesional
de las mujeres y las sitúa, en muchas ocasiones, al margen del mercado de
trabajo.
Por
otro lado, el desempleo de larga
duración no sólo es causa de exclusión en términos socioeconómicos, sino
que, además, acostumbra a acompañarse de una serie de efectos psicosociales
especialmente negativos que acaban influyendo en la obtención de una nueva
ocupación. El sentimiento de impotencia, de culpabilidad o la baja autoestima junto con la pérdida de la
experiencia profesional requerida y la inadecuada formación específica
conducen, en ocasiones, a la desmotivación para encontrar una nueva ocupación
(inactivos) o a aceptar las infracondiciones laborales que ofrece el mercado de
trabajo (economía sumergida). Y ante este escenario, se tiene que procurar que
la formación sirva antes como un instrumento de reciclaje formativo adaptado en
el mundo laboral que no como un mecanismo de ocupación, entretenimiento y
control del desocupado.
Actividad en el aula: Separar en grupos de 3 a la clase y solicitar un mapa mental que refleje los datos trabajados en esta unidad.
Ejemplos de mapas mentales:
Actividad en el aula: Separar en grupos de 3 a la clase y solicitar un mapa mental que refleje los datos trabajados en esta unidad.
Ejemplos de mapas mentales:
Explicación de un mapa mental a través del mismo.