martes, 28 de enero de 2014

La Cuadrilla, Ken Loach



La Cuadrilla de Ken Loach es un cine de denuncia, de realidad, de crítica social hacia las privatizaciones de los ferrocarriles llevadas a cabo en Inglaterra, a mediados de la década de los 90.

Un grupo de trabajadores encargados del mantenimiento de las infraestructuras ve cómo su situación laboral queda amenazada por criterios meramente productivos. Son invitados a firmar "despidos voluntarios", pierden su derecho a vacaciones, oyen hablar de una flexibilidad laboral que encubre en realidad una precariedad en el trabajo, y ven cómo se reducen los gastos -lo que significa menos puestos de trabajo- con el consiguiente aumento de la peligrosidad. En ella, el personal que trabaja en el mantenimiento de las infraestructuras ve cómo su situación laboral queda amenazada por criterios, exclusivamente productivos y de rentabilidad. Las transformaciones en la empresa tienen repercusiones en la persona y en su contexto social. Sufren el desengaño de la empresa (desencanto de Weber) al no querer contar con ellos. Daña la relación interpersonal destruyendo el grupo y primando la individualidad. Un claro ejemplo, es el final de la película, donde la individualidad se adueña de la situación y el miedo a perder su trabajo se antepone a la muerte de su compañero.

La cuadrilla sigue los avatares de un grupo de operarios de vías de ferrocarril en la época de la privatización de los ferrocarriles británicos. Cuando el supervisor Harpic da a Paul, Mick y el resto de la cuadrilla las nuevas normas de trabajo -la declaración de principios de la compañía- el pago según el trabajo realizado y las vacaciones no pagadas les parecen una broma. Pero poco después el equipo se ve obligado a hacer una elección muy clara: o aceptar una indemnización por despido y pasar a ser eventuales de una empresa de trabajo temporal, o bien trabajar para la nueva compañía aceptando las nuevas reglas.

Es el cine de todos, comprometido donde los personajes son identificados con cualquier espectador.

Muestra una acción contra el capitalismo, la deslocalización y la globalización. La empresa busca la rentabilidad, productividad, competitividad, liquidez y recorte de gastos porque nos movemos en un mundo de liberalismo económico, que prima la rentabilización y optimización de la producción.

Actividad en el aula:

De manera individual o en grupo de 2 personas, realizar una descripción (redacción) de la película y buscar una comparación social con nuestros tiempos en los temas de externalización del trabajo, reducción de sueldo, flexibilidad laboral, incertidumbre,...

Conceptos claves: Estado bienestar, liberalismo económico, individualización, flexibilidad laboral, incertidumbre, entre otros.

+Info de "La Cuadrilla" de Ken Loach:

Una de las banderas ideológicas de los conservadores en la décadas de los noventa ha sido la privatización de los servicios públicos. Dicha política se sustentaba sobre la idea de la mayor eficacia por definición de las empresas privadas mientras que lo público se asociaba con el despilfarro . El beneficio económico reflejado en cifras por encima de cualquier otro parámetro ha sido la manera de justificar esos procesos de venta de las empresas públicas a gestores privados que las hicieran funcionar en competencia dentro del mercado. En último término se trata de acabar con el estado del bienestar surgido después del crash del 29 y la Segunda Guerra Mundial en el cual todo ciudadano por el mero hecho de serlo tenía derecho a prestaciones como la educación, la sanidad, las pensiones, la cobertura del desempleo, el transporte colectivo, etc.

Ken Loach, desde su posición de cineasta, ha participado en el debate en torno a este proceso aportando una visión combativa frente a un poder político impulsor de unas reformas que han desembocado en el aumento de la desigualdad social. Sus filmes han servido, en último término, para dar voz a aquellos que no la tienen y defender con dignidad su punto de vista, contrario a la política económica dominante.

Es lógico pues que este director dedicara un filme a tratar un proceso de privatización del Reino Unido tan emblemático y trascendente como el del servicio del ferrocarril. Las consecuencias directas han sido una degradación evidente que ha cristalizado, trágicamente, en graves accidentes. Tanto es así que el gobierno laborista estudia la posibilidad de volver a convertirlo en un servicio público gestionado por el estado.

El filme es fiel a su estilo de aproximación transparente a la realidad basado en dos elementos que se ponen al servicio de la recreación de la vida en imágenes: contenidos dramáticos tomados de hechos reales y actores poco conocidos con amplios márgenes para la interpretación y la incorporación de elementos de su personalidad al personaje.

El punto de partida es el momento preciso de la privatización. Unos obreros trabajan en la vía, son la cuadrilla que mantiene la red ferroviaria en condiciones, ajenos al cambio que se les viene encima. La secuencia siguiente presenta una sala atestada de trabajadores mientras son informados por un superior de la privatización. El tratamiento es cómico y evidencia la falta de compresión del portavoz de la empresa de lo que está leyendo. Los juegos de palabras neoliberales, esos eslóganes publicitarios, suenan ridículos en boca de un trabajador como él e invitan a la risa de sus compañeros y del espectador. Un ejemplo evidente sería la referencia a la seguridad y a los mínimos aceptables por la empresa y el mercado. ¿Cuál es ese mínimo aceptable? _ pregunta alguien. Dos muertos al año _ contesta el capataz tras buscar la cifra en sus papeles. Pero si llevamos 18 meses sin tener un accidente; dice otro trabajador al tiempo que pide voluntarios para cumplir el mínimo aceptable. El humor de esta secuencia contagia determinados momentos del filme indicando el camino de la risa como vía de escape a la presión de la desigualdad social.

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